Nutrirse de los regalos de la maternidad.
Dos años después de dar a luz a mi hija, me volví a quedar embarazada. Me encantó de nuevo la experiencia. Ampliar la familia era hacer realidad un sueño. Esta vez, la gran diferencia, era que ya me había convertido en madre, y así me sentía. Conecté con este nuevo recién-nacido desde otra perspectiva. Había tenido el tiempo de reconstruirme y conocerme en mi nuevo rol. Sentía que todo fluía y era natural.
De nuevo quise conocer la experiencia de un parto natural, pero esta vez, me abrí a la infinidad de posibilidades. Me preparé profundamente de nuevo mentalmente y emocionalmente para hacer frente a este acto que, a la vez de provocar curiosidad en mí, me daba miedo… Miedo al dolor desconocido, miedo a quién sería yo en este parto sin filtro, miedo a no tener ningún control. El día del parto, conecté con la sabiduría de mi cuerpo y me entregué a la experiencia sin expectativas esta vez. Este bebé nacería como él quisiera.
Dejarme llevar a todas las posibilidades a la vez de tener claro mi objetivo me brindo la posibilidad de experimentar un parto maravilloso, tal y como lo había visualizado, tal y como lo había soñado. Mi bebé nació muy rápidamente en la bañera de la casa de nacimiento. Fue una experiencia de una intensidad inmensa, muy salvaje en la que ya no era consciente de mí misma, me deje llevar por el proceso. Dar la luz como yo había elegido, y confiando en mi capacidad para hacerlo, me conectó con mi poder personal de una manera inédita.
Mi hija me hizo madre y con ella me revolucioné, me cuestioné a mí misma, a mi manera de ver la vida y de vivirla; y mi hijo al hacerme madre de nuevo, me está dando la confianza y el coraje de crear la vida deseada, para mi bien y el de mi familia. Para sentirme madre necesité unos meses para cuidar de mi hija. ¡Necesitaba aprender y experimentar para darme la legitimidad de ser una madre, como si tuviera que ganarme este título!
La maternidad como vía para conocerme.
La experiencia de la maternidad hasta ahora me ha enseñado lo siguiente sobre este rol. Primero, para ser la madre que yo quiera ser para mis hijos, necesito cuidar de mí y atender a mis propias necesidades. Es una lección difícil al principio porque estamos acostumbrados a la idea de la madre que se sacrifica por el bien de sus hijos. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Cuidar de un pequeño ser dependiente requiere una devoción tal que se necesita mucha energía. Solo atendiéndome puedo asegurarme de conocer las necesidades de mi bebé y responder a ellas correctamente.
Al ser madre me siento una figura de amor, presencia y comprensión incondicional. Amo tanto las cualidades como los defectos de mis hijos. El conjunto hace de ellos unas personitas perfectamente imperfectas. Encuentro este sentimiento muy liberador y distinto al que siento habitualmente por mí misma. El esfuerzo que tengo que desplegar para sentir este mismo amor hacia mí misma no existe con ellos, y esta sensación de solo amor es maravillosa.
Ser madre es abrirse a una infinidad de oportunidades de aprendizaje y evolución personal. Me siento más una alumna que una maestra a su lado. Habilidades como la empatía, la escucha activa, la presencia, se desarrollan en gran medida cuando pongo la atención y la implicación correspondientes. Cada nueva etapa de su desarrollo plantea retos diferentes y me obliga a descubrir y aprender. ¡En eso la maternidad es todo menos aburrida!
Y para acabar ser madre es entender la importancia de mi conducta y la influencia que tengo en la transmisión de quién soy. Esta es la parte que más me preocupa, y la razón por la cual hice un proceso de coaching antes de quedarme embarazada. Hoy sé que es un trabajo infinito y que lo mejor que puedo hacer es seguir implicándome para mejorar un poco cada día para acercarme a la persona, la mujer y la madre que quisiera ser para mis hijos. Esto pasa por desarrollar una compasión y un amor hacia mí misma. También estoy convencida de que ese es el camino para que ellos se conviertan a su vez en personas que se quieren y que realicen sus sueños. La medida
en qué lo hagan ellos dependerá en gran parte de lo que hayan visto y aprendido de mí.
Qué aprendí de esta experiencia?
Responsabilizarme de mis hijos pasa por responsabilizarme de mi completamente, y es el
ejercicio más retador que he realizado nunca